Historia de Sahuayo

Los primeros habitantes de la región de Sahuayo, al igual que en otros lugares cercanos al Lago de Chapala, fueron de origen azteca. Durante la migración de los aztecas desde Aztlán hacia los grandes valles, algunos grupos se asentaron en diferentes áreas, fundando pueblos con nombres derivados de su lengua, como Sahuayo. Posteriormente, esta región fue conquistada por el Imperio Purépecha, liderado por Tzitzispandácuare, en una época en que los aztecas se concentraron en el Valle de México.

En el siglo XVI, Nuño de Guzmán desempeñó un papel clave en la expansión colonial española en el occidente de México, incluyendo Michoacán. Como presidente de la Primera Real Audiencia de Nueva España, lideró expediciones violentas, sometiendo y explotando a las poblaciones indígenas. Sus campañas consolidaron el control español en la región y facilitaron la fundación de nuevos asentamientos, estableciendo las bases para la posterior integración de Sahuayo en el sistema colonial.

Con la llegada de los españoles bajo el mando de Alonso de Ávalos, Sahuayo se incorporó a la provincia de Ávalos, que abarcaba otras localidades como Tuxpan y Sayula. Estas tierras pasaron a formar parte de la encomienda de Hernán Cortés y luego fueron cedidas a Gonzalo de Galván. A nivel espiritual, los frailes franciscanos, como Fray Juan de Badia, jugaron un papel fundamental en la evangelización de la región, que en 1540 dependía eclesiásticamente de Jiquilpan.

Durante la época colonial, la región experimentó una importante expansión de estancias ganaderas españolas, lo que implicó el despojo de tierras a las comunidades indígenas. La Hacienda de Guaracha se consolidó como uno de los latifundios más grandes del occidente de Michoacán, a menudo mediante compraventas ilegales y absorción de tierras comunales. Esto dejó a las comunidades indígenas si recursos y bajo el control de las haciendas. En 1643, Pedro de Saldaña legalizó el despojo de estas tierras, estableciendo formalmente la Hacienda de Guaracha.

En el siglo XVIII, la hacienda cambió de administración, instaurándose un régimen de explotación que prevaleció hasta su disolución en el siglo XX. La región enfrentó múltiples desafíos, como pestes que diezmaban la población y conflictos derivados de la lucha por la independencia. Durante esta etapa, Sahuayo se destacó por su participación activa, especialmente en la defensa del puerto de Mezcala al lado del cura Castellanos. Por otro lado, la Hacienda de Guaracha apoyó a los realistas y fue asaltada en varias ocasiones por los insurgentes.

Sahuayo adquirió el estatus de municipio en 1831 y, durante la Reforma, fue un refugio para los conservadores. En 1861, se vendió parte de la Hacienda de Guaracha, lo que permitió el surgimiento de nuevos propietarios. En la época porfirista, aunque hubo mejoras en infraestructura, las desigualdades persistieron, especialmente con la desecación de la Laguna de Chapala, que benefició a los terratenientes mientras despojaba a los campesinos.

En el contexto de la Guerra Cristera (1926–1929), Sahuayo fue una de las regiones clave para la resistencia de los cristeros. Este conflicto surgió debido a las restricciones impuestas por el gobierno federal mexicano contra las prácticas religiosas, especialmente las católicas, bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles. La región de Michoacán, profundamente religiosa, se unió al movimiento cristero, enfrentándose al ejército federal en una lucha por la libertad de culto.

Tras la Revolución Mexicana y los conflictos cristeros, en la década de 1930, el presidente Lázaro Cárdenas ordenó el reparto de tierras de la Hacienda de Guaracha entre campesinos, creando el ejido Emiliano Zapata. Finalmente, Sahuayo obtuvo el título de ciudad en 1952 y cambió su nombre oficial a Sahuayo de José María Morelos en 1967, en honor al héroe independentista.